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Ellos dicen que pueden, que lo conocen.
Incluso serían capaces de decirnos la probabilidad
de que suceda, tan fácil como yo digo que después
de esta noche la luz romperá suavemente
sobre el techo de las cosas, o tal vez que, sencillamente,
lo cambiará todo de forma.

Sí, la luz es la lenta explosión, el ligero temblor
de la garganta del mundo creciendo sin más objetivo
que llegar hasta un grito final de agonía,
al fin y al cabo cualquiera haría lo mismo en su lugar.

El lugar redondo en que se instala, sin considerar
un presunto orden del universo.
El puesto que ocupa cada uno de sus elementos respecto al otro,
el equilibrio en masa flotando asombrosamente.

Tal vez el último de los venenos, la hoja más antigua
de la planta más mortal, el grito que rompe la garganta
de los que lo lanzan,
tal vez sean precisamente las explicaciones, la razón
científica que nos lleva a trazar círculos
como lo hacen las aves, aprovechando las corrientes de aire.